diumenge, 30 d’abril del 2017
diumenge, 23 d’abril del 2017
Pepe Rubianes
"I s'ha de caminar cap a l'hora perfecta amb el cap amunt
i el ritme just que dóna compàs als somnis..."
dijous, 20 d’abril del 2017
diumenge, 16 d’abril del 2017
Maria Àngels Anglada
"Si l'aigua no xopa les arrels d'un arbre,
no en collirem cap fruit.
Per això, en començar d'escriure els meus records,
faig memòria dels meus avis."
diumenge, 9 d’abril del 2017
Esther Tusquets
"No m'interessa gaire la realitat en si (...);
prefereixo la realitat metamorfosada en històries,
elaborada."
diumenge, 2 d’abril del 2017
Quaresma: el tacte
VÍDEOS
¿Por qué lo hago?
CONTE (per CS i ESO)
Tacto
Dios llamó a Claudia una noche, y le
preguntó: “Mujer, ¿Cuál es el sentido más importante del ser humano?”. Claudia,
medio dormida, le pidió a Dios una semana para meditar su respuesta.
Durante siete días dedicó todo su
tiempo a anotar cada cosa que veía, oía, olía, probaba y tocaba, y la impresión
que le producía cada una de esas experiencias. Llenó catorce cuadernos con
cosas como:
“Vista: mi hijo. Sensación:
alegría.” “Gusto: fresas maduras. Sensación: dulce.” “Olfato: bosque de pinos
al sol del mediodía. Sensación: recuerdos de niñez.” “Oído: el timbre de la
puerta. Sensación: sorpresa, anticipación”. “Tacto: un abrazo de mi padre.
Sensación: bienestar, tranquilidad, confianza, ternura, cariño.”
La noche del séptimo día se sentó en
la cama, después de haber repasado uno a uno los catorce cuadrnos con todas las
notas sensoriales que había tomado, meditando la respuesta que le iba a dar a
Dios. Éste apareció sin ruido, se sentó junto a ella y le volvió a preguntar:
“Mujer, ¿Cuál es el sentido más importante del ser humano?” Y Claudia, muy
segura contestó: “Señor, el tacto, sin duda”. Dios, sorprendido, se echó a reír
y le preguntó el por qué de tal respuesta. Ella, con toda naturalidad, le dijo:
“Si sólo pudiese ver a mi hijo a
través de un cristal sería muy desgraciada. Si, aún ciega, pudiera abrazarlo,
tocarlo, acariciarlo y sentirlo a través de mis manos y mi pecho, podría ser
feliz, porque aprendí a amarlo sintiendo sus movimientos en mi interior, a
través del tacto.
Si perdiese el gusto, podría
alimentarme de igual forma, y aunque no percibiese lo dulce o salado de una
fruta o un guiso, aún a través del tacto conseguiría apreciar su textura, el
calor o la frescura, la rugosidad o el jugo de los alimentos, con lo cual no lo
habría perdido todo.
Si no tuviese olfato perdería el
placer que aportan los olores agradables, pero a cambio podría, sin sentir
rechazo alguno, ayudar a las personas cuyas enfermedades o modo de vida las
hacen repulsivas al resto de seres humanos, como los indigentes o los ancianos
que ya no controlan sus funciones corporales. No tendría reparo en atenderlos y
prodigarles las caricias que posiblemente les nieguen. De este modo ellos no se
sentirían tan abandonados.
Si perdiese el oído no podría
disfrutar de la música, del trino de los pájaros o la voz de las personas a las
que amo. Pero aún podría con mis manos hacer vibrar las cuerdas de mi
instrumento, aún podría devolver al nido los gorriones que se caen cuando están
aprendiendo a volar, y con gestos, sonrisa y paciencia conseguiría entenderme
con los míos.
Pero si perdiese el tacto no sabría
vivir. No sentiría los abrazos, los besos o las caricias. No sabría si lo que
toco está frío o caliente, si duele o no. No disfrutaría del calor de la arena
de la playa en mi espalda, del frescor del agua del mar en mi cuerpo. No
habtría dolor, pero tampoco placer. Todo lo que toco lo hago mío por un
instante, el momento en que lo estoy sintiendo a través de la piel. Sin el
sentido del tacto todo me sería ajeno, nada sería del todo cierto. Puedo ver
cualquier cosa en la pantalla de la televisión, sin que eso que estoy viendo
sea real. Puedo comer un postre con sabor a cereza que no tenga nada de esa
fruta, sino aromas y colorantes artificiales que le den el mismo gusto y
aspecto. Puedo escuchar a Maria Calas cantar, pero ella no está, hace años que
murió. Puedo oler los pinos en el ambientador del coche, aunque el árbol más
cercano esté a quinientos quilómetros. Pero no puedo sentir el pecho de mi
madre si no es contra el mío. No puedo sentir la piel de mi marido si no le
toco. No puedo saborear los besos de mi hijo si no es en mi mejilla. No puedo
llenarme del ronroneo de mi gato si no paso la mano por su lomo. Sin el sentido
del tacto no podría amar tanto la vida. Por eso este es, para mi, el sentido
más importante del ser humano”.
Dios le dio las gracias a Claudia
por su respuesta y se marchó, satisfecho. Y Claudia se durmió contenta, notando
la agradable sensación de las sábanas de algodón recién planchadas envolviendo
su cuerpo.
CANÇÓ
A les teves mans
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