VÍDEOS
¿Por qué lo hago?
CONTE (per CS i ESO)
Tacto
Dios llamó a Claudia una noche, y le
preguntó: “Mujer, ¿Cuál es el sentido más importante del ser humano?”. Claudia,
medio dormida, le pidió a Dios una semana para meditar su respuesta.
Durante siete días dedicó todo su
tiempo a anotar cada cosa que veía, oía, olía, probaba y tocaba, y la impresión
que le producía cada una de esas experiencias. Llenó catorce cuadernos con
cosas como:
“Vista: mi hijo. Sensación:
alegría.” “Gusto: fresas maduras. Sensación: dulce.” “Olfato: bosque de pinos
al sol del mediodía. Sensación: recuerdos de niñez.” “Oído: el timbre de la
puerta. Sensación: sorpresa, anticipación”. “Tacto: un abrazo de mi padre.
Sensación: bienestar, tranquilidad, confianza, ternura, cariño.”
La noche del séptimo día se sentó en
la cama, después de haber repasado uno a uno los catorce cuadrnos con todas las
notas sensoriales que había tomado, meditando la respuesta que le iba a dar a
Dios. Éste apareció sin ruido, se sentó junto a ella y le volvió a preguntar:
“Mujer, ¿Cuál es el sentido más importante del ser humano?” Y Claudia, muy
segura contestó: “Señor, el tacto, sin duda”. Dios, sorprendido, se echó a reír
y le preguntó el por qué de tal respuesta. Ella, con toda naturalidad, le dijo:
“Si sólo pudiese ver a mi hijo a
través de un cristal sería muy desgraciada. Si, aún ciega, pudiera abrazarlo,
tocarlo, acariciarlo y sentirlo a través de mis manos y mi pecho, podría ser
feliz, porque aprendí a amarlo sintiendo sus movimientos en mi interior, a
través del tacto.
Si perdiese el gusto, podría
alimentarme de igual forma, y aunque no percibiese lo dulce o salado de una
fruta o un guiso, aún a través del tacto conseguiría apreciar su textura, el
calor o la frescura, la rugosidad o el jugo de los alimentos, con lo cual no lo
habría perdido todo.
Si no tuviese olfato perdería el
placer que aportan los olores agradables, pero a cambio podría, sin sentir
rechazo alguno, ayudar a las personas cuyas enfermedades o modo de vida las
hacen repulsivas al resto de seres humanos, como los indigentes o los ancianos
que ya no controlan sus funciones corporales. No tendría reparo en atenderlos y
prodigarles las caricias que posiblemente les nieguen. De este modo ellos no se
sentirían tan abandonados.
Si perdiese el oído no podría
disfrutar de la música, del trino de los pájaros o la voz de las personas a las
que amo. Pero aún podría con mis manos hacer vibrar las cuerdas de mi
instrumento, aún podría devolver al nido los gorriones que se caen cuando están
aprendiendo a volar, y con gestos, sonrisa y paciencia conseguiría entenderme
con los míos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYh4Eaet5N5wJOavqx88zjLdZDs_VJjqhUN9ADCW4fAQ5xd4n-iz7icXUN_XXVN2pvMZv2puUhFXgWR-DIUivFsGSW-iYwgJkoZ9sSufAq00WkK4YNyU4NC7oCIFUe8OIiRxFYX1NeeGs/s1600/caricia.jpg)
Dios le dio las gracias a Claudia
por su respuesta y se marchó, satisfecho. Y Claudia se durmió contenta, notando
la agradable sensación de las sábanas de algodón recién planchadas envolviendo
su cuerpo.
CANÇÓ
A les teves mans
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